Por: Jessica Campos
El 13 de Marzo de 2013, pudimos gritar ¡Tenemos Papa!
Para esa fecha, realizaba la última parada en mi primer recorrido por el continente europeo. Anhelándola desde el día 1, y mi intuición haciendo un llamado en altavoz, sabía que ésta guardaba la mejor experiencia.
Luego de haber iniciado el descubrimiento de los rincones de la majestuosa Roma, los planes siguientes para conocer los sitios con mayor tráfico de turistas se vieron expuestos a modificación por el variante y sorpresivo factor clima. Ante esto, opté por aferrarme a un lo mejor es lo que pasa, aquí les va el por qué.
Recibimos una calurosa bienvenida, no por el clima, sino por sus anfitriones, quienes en su intento por hacer tan personalizada nuestra llegada, interpretaron brevemente una canción que llevaba el nombre de nuestra ciudad natal MARACAIBO, incluyendo por supuesto la coreografía que correspondía al videoclip de lo que según ellos fue éste hit, para lo cual admito, fueron los únicos dos minutos en los cuáles no sabíamos si sólo sonreír o tararear al compás. Finalmente, por haber sido tan auténtica, fue merecedora de una serie de aplausos que brindamos en su honor; bueno, por eso, y por los bombones de chocolate que aguardaban cada habitación.
Para el día 2, teníamos previsto visitar el imponente Coliseo Romano, y digo teníamos porque fue aquí donde se dio inicio al no previsto cambio de planes. Por ser el lugar con mayor espacio al descubierto, y unas fuertes lluvias que no estaban a favor, fue preciso intercambiar por el siguiente destino en la lista, la ciudad dentro de aquella ciudad, el Vaticano.
Dos áreas principales resaltan aquel lugar, la Basílica y la amplia, concurrida y para ese momento mundialmente protagonista Plaza de San Pedro. Antes de entrar a la Basílica, es preciso transitar por el Museo Vaticano, un espacio con muchas historias para escuchar y más de un recuerdo que hace que cada visitante se traslade mentalmente a todo lo contado. No existe distracción alguna durante su recorrido, sólo una mirada con gesto de impresión y un extenso silencio como única acción. Minutos más tarde, se nos fue anunciado la clausura para visitantes a la Capilla Sixtina, lo que traía consigo no poder apreciar de cerca las famosas obras de Miguel Ángel, sin embargo contrario a descontento, surgió una sensación de respeto, por saber que desde ese rincón, pronto saldría aquella persona que saludaría desde una de las ventanas, con un nuevo nombre, un nuevo cargo, nuestro nuevo Papa.
4.30, pm finalizado el tour, una única salida nos llevó en dirección a la mencionada Plaza. Al salir, estaba allí la anunciada lluvia con su mejor acompañante, un fuerte viento de invierno. Desbordada de miles de personas, y a la altura de las figuras que reposan sobre sus firmes columnas, todos los lentes apuntaban al balcón que daría bienvenida a tan esperado evento. Una vez ubicados en el espacio desde donde seríamos espectadores por las próximas horas, sólo dos preguntas aguardaban sus respuestas ¿Será hoy el día? ¿Valdrá la pena la espera?
19.00 pm, en el intento de olvidar el intenso clima, todo tornó despacio, tal vez esta ciudad estaba tratando de darme un momento de conexión. Observé con atención a todo invitado a mi alrededor, quienes a su manera, compartían un abrazo que limitaba la entrada a la brisa fría que impedía encontrar tranquilidad; y noté una sonrisa y un brillo en cada mirada que traducía el sentimiento de vivir ese momento en ese lugar.
19.05 pm, las campanas emitieron un primer sonido lo que a su vez invitaban a dirigir la mirada hacia aquel humo que anunciaba la decisión final. Al observar su color oscuro, surgió un sentimiento de tristeza quizás decepción, por saber que la espera se trasladaría a otro día más. Pocos segundos después, las campanas continuaban su cantar y sólo bastó para que algunos que habían desviado su mirada, pudieran recuperar su atención y así poder captar aquel cambio de color que estaba ocurriendo, era momento de presenciar un Humo Blanco y un grito al unísono que anunciaba ¡HABEMUS PAPAM!
Sonrisas y miradas encontradas reflejaron como todos celebraban la llegada de un nuevo Papa. Todo cabía en aquella celebración; alegría, aplausos, plegarias, y algo que considero lo más sorprendente, un cruce de culturas en un sólo abrazo. Me atrevo a decir que no existe experiencia similar, un momento único que sólo es posible vivirlo una vez en la vida. Por esta razón dos palabras me acompañan cada vez que revivo ese recuerdo: Gracias Dios.
Con esto reafirmo que todos los cambios de planes vienen acompañados de una alerta que nos indica que al aceptarlos, hay algo mejor para nosotros. Confiemos, la vida es la encargada de ubicarnos en la mejor ruta.
Respira y vive.
Mi estimada Jessica, como tu bien dices a veces no entendemos el destino porque nos aferramos a ver las cosas en línea horizontal y recta, sin curvas, ni subidas ni bajadas, pensando que siempre hay que tener una receta, para todo y de todo. De acuerdo contigo a tener la flexibilidad de cambiar los planes que al darse cuenta por inspiración o sexto sentido, va a ser mejor que lo programado en la primera ruta o plan inicial, pero para eso hay que romper el estado de confort.
Felicidades por ser de la personas pocas que han tenido en el mundo esa experiencia de ¡Tenemos Papa!, en el Vaticano.Arturo G. Mengual
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Muchas gracias por esas palabras, un abrazo!
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Excelente post… gracias por brindarnos ese toque de que no debemos rendirnos, que debemos seguir adelante aunque las cosas no sucedan como teniamos planeado… Los cambios de planen tienen su fruto, todo pasa por algo. Que bueno que Dios te dio la oportunidad de vivir tan grata experiencia….
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Gracias a ti, por disfrutar esta lectura.. una abrazo!
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La vida es un cambio constante por que cada decisión que tomas en determinado momento crea un nuevo sendero en el largo camino del vivir, aferrarse a lo seguro, a lo estable y planificado a veces nos bloquea la vista y evita que presenciemos experiencias únicas como la que describes, gracias por dar un buen consejo a través de esa historia: abraza el cambio….grandes cosas pueden suceder. Carlos Lozano
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Excelentes palabras. Muchísimas gracias por leer y compartir. Un abrazo
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