Por: Jessica Campos
A mi izquierda un joven inmerso en sus redes sociales, alimentando su sed de estar en aquel lugar que publica National Geographic, segundos después comparte su opinión expresando “es el mejor lugar del mundo”. A mi derecha dos personas mayores descargando su ira sobre el entorno, las miro con atención mientras me indican “cualquier lugar menos aquí”. Detrás, un joven expresando su impaciencia haciendo sonar su pisada, al coincidir su mirada afirma “aquí todo es lo mismo”. A lo lejos, una joven tras mostrador esperando atender a éstas personas y las emociones que traen consigo, se levanta y regresa minutos más tarde. El ciclo anterior se repite.
Reúno sus opiniones, que sin pedirlas fueron compartidas. Todas ubicadas en el tercer cuadrante, negativas con tendencia a una mayor negatividad. Luego analizo, ¿y si el mejor lugar del mundo es este? ¿Y si elijo este lugar ante cualquier otro? ¿Y si en verdad no es lo mismo, al contrario, este lugar hace la diferencia?
En el post anterior Mi primer blog, afirmaba que todos somos humanos y todos vivimos nuestras vidas a nuestro gusto; todos escogemos estar aquí y ahora. Pero qué está pasando que todos estamos contagiados por esa corriente de prisa que estamos viviendo, donde nos impacienta esperar, donde oímos sin escuchar, donde vemos sin observar, donde hablamos sin pensar. Hacia dónde nos lleva, o la pregunta sería a dónde queremos llegar. Cuál es ese lugar dónde llegar primero es mejor, donde no importa el daño que hacemos al entorno, lo importante es llegar, cuál es el premio al mejor lugar, cuál es la recompensa.
Ciertamente, todos conocemos ese lugar. Cada uno de nosotros tenemos uno distinto, o al menos tenemos una imagen de él. Nos encontramos trabajando día a día para llegar a él. Es nuestro norte. Concentramos todas nuestras energías hacia él, es nuestro camino a seguir, es nuestra meta a lograr. Despertamos pensando en él, vivimos pensando en él, dormimos pensando en él. Pero estamos olvidando una gran parte, quizás la más importante. Pensemos por un momento, si escogimos un lugar diferente a ese aquí que todos mencionan, ¿Rechazarlo o insultarlo nos acerca más rápido a nuestra meta? ¿Merece esas opiniones que se escuchan sin pedirlas? ¿Expresar nuestras emociones hará que el resto cambie su pensar?
Lo que aún no sabemos es si alguien habrá escogido ese aquí y al escuchar esas opiniones estamos afectando su pensar, su estadía. No estamos solos. Es posible que alguien más esté recorriendo un camino similar al nuestro. Sin embargo, también es posible que exista alguien cuya meta es opuesta a la nuestra. Es allí donde debemos hacer una pausa y compartir sin dañar, sin juzgar. Detenerse no es parar. Es sólo una forma de entender que la prisa no nos deja el mejor de los premios. Debemos disfrutar el recorrido. Es probable que hoy nuestra meta sea llegar a ese lugar, pero tal vez mañana sea regresar, y ese aquí seguirá estando aquí. Esperando.
Por tanto, debemos cosechar un buen camino, al final lo que buscamos es siempre estar bien. Antes de partir, miremos un segundo a nuestro alrededor y agradezcamos todo lo que aquí pudimos lograr. Es lo que permitirá encaminarnos en paz, en armonía. Es asegurar que nuestros pasos sean firmes hacia un mejor bienestar.
Que todas tus intenciones te permitan llegar a tu lugar, sin olvidar que el aquí cumplió su papel de ayudar.
Respira y vive.
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